22.2.07

La verdadera amenaza




La debilidad del bulímico/anoréxico reside en su falta de autoestima, su inseguridad, el no poder encontrar motivos para vivir y en la sensación de exclusión social. Esto lo empuja a la enfermedad, en la que exterioriza de maneras diferentes.

La bulimia y la anorexia son patologías diferentes pero a mi parecer tienen más de una similitud en los efectos emocionales y sociales que provocan a quienes las padecen. De hecho, son muchos los pacientes que pasan de una a otra de estas dos enfermedades casi constantemente.

Pero el punto al que quiero llegar no es médico sino que mi intención es introducirme en la mente y el corazón del bulímico/anoréxico desde mi experiencia como oyente.

En una primera etapa, el paciente está enfermo pero no lo sabe o no puede asumirlo. Éste es el primer paso que sólo superará siendo realista e intentando aumentar su amor propio, lo que es realmente difícil porque los bulímicos/anoréxicos muchas veces sufren de depresión.

El entorno del paciente tiene una gran importancia en esta etapa porque aunque en un principio no pida ayuda verbalmente, lo está haciendo constantemente a través de los síntomas de su enfermedad.

La importancia de querer curarse es fundamental y de allí parte el hecho de pedir ayuda a los más allegados para comenzar un adecuado tratamiento médico.

Pero las visitas a psicólogos y psiquiatras no alcanzan. El paciente tiene un afán por verse bien físicamente, y es justamente este deseo el que lo lleva en un principio a caer en las redes de la enfermedad.

Sesiones de gimnasio, spa y hasta cirugías estéticas pasarán por su mente en busca de una mejor apariencia física, dado que cree que su felicidad se encuentra precisamente en la estética.

Pero ésta no se encuentra en cosas superficiales que se desvanecen en el tiempo, porque el paciente un día se sentirá desconforme con su barriga, al siguiente con sus piernas, luego con su pelo, más adelante verá arrugas en su rostro, y así caerá de nuevo en depresión porque lo que buscaba no está donde él siempre pensó.

El deseo de un buen aspecto físico se justifica en la necesidad de tener la aprobación de los otros. El bulímico/anoréxico no sólo preguntará a los demás respecto a su apariencia sino que cada decisión que tome será después de una seguidilla de preguntas a sus allegados, buscando el asentimiento de los demás, por sentir que no puede decidir por sí mismo ya que ni siquiera puede controlar su cuerpo.

En realidad debería buscar cosas contundentes, seguras, que le den placer y lo llenen de alegría. Muchas veces se encuentran estos gratos momentos en los afectos, el trabajo, el estudio, en algún pasatiempo y hasta en los ratos de ocio.

Al encontrar instantes que lo llenen, el paciente se encuentra a su vez a sí mismo y puede empezar a dejar de depender de la enfermedad. Debe luchar para no vivir atado a ella, tratar de vencerla encontrando motivos para vivir, sacando sus ganas de donde están escondidas, porque siempre están en algún lugar.

Muchas veces, en los momentos de máxima depresión, el paciente atenta contra su cuerpo con atracones u otros métodos, a modo de castigo. Pero al entrar en razón, se arrepiente por los mil pasos que dio atrás en un momento de debilidad. Aquí reside el peligro de perder las ganas de curarse, que es lo único que pudo iniciar el extenso tratamiento.

La verdadera debilidad del bulímico/anoréxico no se encuentra en los síntomas físicos sino en su falta de autoestima, su necesidad de aprobación, el no poder encontrar motivos para vivir y en la sensación de exclusión social. Todo esto lo empuja a la enfermedad, en la que exterioriza de maneras diferentes.

Más de uno culpa a la sociedad de enfermedades como la bulimia y la anorexia, y aunque no lo niegue, lo cierto es que el paciente no puede reclamarle a ésta que lo cure. Él mismo calló en la trampa, pero para salir debe construir con su entorno de afectos su propia y pequeña sociedad que lo contenga y acepte para que más adelante, cuando esté listo, pueda salir al mundo.


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