1.7.06

Los Humanos

Creé este Blog no sólo para compartir con ustedes lo que escribo sino también para que todos sientan la libertad de enviarme sus creaciones para poder publicarlas en este espacio.

Generalmente cuando escribo cuentos quedan inconclusos. Este no es el caso. Se relaciona con las fuertes creencias que tenemos cada uno de nosotros más allá de lo que el resto opine. Trata de nuestras esperanzas y de perseguir nuestros sueños... y de un Universo de cosas más...


Universalmente perturbador

Los humanos ya habían sufrido muchos años la desintegración de la capa de Ozono que ellos mismos habían provocado. Cuando la situación se tornó intolerable, decidieron tomar medidas permanentes.
Una noche, cuando el fuerte sol no calentaba la Tierra con sus rayos directos, un grupo de científicos decidió llevar a cabo un plan que venían proyectando hacía tiempo. Con la ayuda de unas enormes máquinas, colocaron en el lugar donde había estado durante millones de años la capa atmosférica una gran manta de un material especialmente diseñado para cumplir las mismas funciones que tuvo ésta. Instalaron y programaron también artefactos que funcionaban como el sol y la luna e imitaron las nubes con sus lluvias, las estrellas y los planetas de la Vía Láctea, con una tecnología inimaginable en siglos anteriores al XXX. El único inconveniente era que ya no podrían enviar naves, cohetes y ni siquiera satélites al espacio exterior para investigar y ampliar sus horizontes.
Se sucedieron las generaciones y el Mundo siguió girando envuelto en su manta negra, artificial.
Hubo un científico, cientos de años más tarde, que pensó que había algo más que el planeta Tierra, quizá un Universo, quizá otros mundos. No podía saberlo, todos los libros al respecto habían sido quemados, siglos y siglos de investigación en vano, en pro de solucionar los ataques del hombre a la naturaleza.
El hombre, joven e inteligente, inició una gran investigación, elaboró teorías y hasta construyó un cohete, bastante precario, pero que le permitiría ir más allá de lo que él llamaba cielo.
Fue así que una noche despejada, sin nubes en el cielo llano, el muchacho abordó su cohete y apuntó al infinito. De pronto se topó con una superficie dura y extraña. Utilizó sus misiles para perforarla y salió, por fin, al espacio sideral. Fue así como supo que su preciada Tierra estaba envuelta como un regalo y aislada como una amenaza.
Se maravilló al ver los planetas y las estrellas, que él concebía muy distintos desde el suelo. Notó que el Universo era infinito y sería un trabajo difícil y perpetuo conquistarlo entero. Tomó fotografías de las hermosas vistas y encontró residuos de satélites y otro tipo de chatarra cósmica flotando en el aire sin gravedad. Así supo que no había sido el primero en estar allí.
Luego de volar un poco, conoció la luna, el satélite natural de la Tierra, vio la huella de un hombre sobre su superficie y la bandera de un país que alguna vez había sido potencia mundial. La sacó y puso, en cambio, la de su país, Argentina.
Tras unos meses de viaje en el espacio, el hombre regresó entusiasmado y organizó de inmediato una reunión con toda la comunidad científica.
Les contó a sus colegas sobre su investigación, la teoría que había elaborado y su viaje galáctico, mas ellos no le creyeron ni una palabra. Lo vieron, como un loco, como una amenaza para la sociedad mundial. Se reunieron a debatir qué harían con la oveja descarriada hasta que llegaron a una conclusión.
El joven científico tuvo que elegir entre el exilio y la muerte. Él prefirió poder contar su descubrimiento a otros pueblos, tal vez tan “locos” como él, aunque para cumplir su importante cometido dejaría su tierra, su familia y su historia en el pasado.

5/9/2005
Leila M. Aisen