5.12.07

¡Mi tiempo es mío!

La semana tiene 7 días: 5 de ellos los dedicamos a hacer nuestras actividades rutinarias (generalmente trabajar y/o estudiar), y el poco tiempo libre de estos días suele estar destinado a actividades vitales como comer, dormir y bañarse (sí, es vital); en los otros dos días tenemos que juntar todas aquellas cosas que no entran en la semana: hablar por teléfono, estudiar, cocinar, limpiar, salir de compras, salir de paseo, pasar tiempo con la familia, la pareja, los amigos, cumplir con compromisos! ¿No será mucho para nuestros dos únicos días libres?

Nuestros seres queridos se empeñan en invitarnos a infinidad de eventos anuales, de los cuales muy pocos nos resultan interesantes y convenientes. Por lo general, se convierte en un inconveniente hacerse tiempo para ir, quedarse, pasarla bien, llevar un regalo…

En el caso particular de los niños, se suma el hecho de tener la certeza de que el infante jamás recordará nuestro esfuerzo, mientras que sus padres siempre seguirán teniendo alguna crítica para hacernos.

Los años pasan rápido y los momentos en los que realmente disfrutamos son pocos. Basta de excusas, basta de disculpas, ¡a vivir lo que uno quiere! Nadie se puede ofender porque el otro esté buscando su propia felicidad, aún cuando esta búsqueda sea a costa de sus eventos planificados tan inconvenientemente.

A tener en cuenta:
- Los festejos se hacen por los demás, no por uno. Y justamente por eso, antes de organizar una celebración nos aseguramos que la mayoría de nuestros invitados puedan concurrir tal día, que el lugar del evento no les genere excesivos gastos, y demás.
- La mayoría de la gente inventa excusas para no ir a un evento que en realidad no va porque no tiene ganas o tiene mejores planes.
- Asimismo, la mayoría de la gente se enoja si alguien no va a su evento.
- Los que finalmente van al evento, generalmente lo hacen por compromiso.
- Cuando uno toma valor para decir “no quiero ir a tu fiesta, prefiero que nos veamos otro día”, el otro lo toma mal, como una ofensa. Pero ojo, el invitado ausente no lo hace de mala onda, lo hace de cansancio de haber aguantado tantos eventos en vano.


A veces hay que ser un poquitito más egoísta, y sin importar ‘qué dirán’...